Imperfecciones
- Núria Garrido
- 21 dic 2017
- 3 Min. de lectura

Si nos cruzáramos por la calle a un chico de unos 10 años con malformaciones faciales las reacciones de cada uno serían muy diferentes. Algunos se le quedarían mirando indiscretamente hasta que le perdieran de vista. Otros, sin vergüenza alguna, se atreverían a preguntarle por ello y a juzgarlo simplemente por su aspecto físico. Por suerte, algunas personas seguirían caminando tal y como estaban haciendo segundos atrás.
En esta tesitura nos pone la película ‘Wonder. La lección de August’: un niño de 10 años que nació con deformaciones en la cara y que ahora debe enfrentarse a su peor enemigo: la sociedad de ahí fuera. Una sociedad llena de prejuicios, de falta de sensibilidad y sobre todo de valores éticos. Resulta paradójico que el mayor miedo de August sea ir al colegio (algo que a todos de pequeños nos entusiasma) y no a las más de 20 operaciones quirúrgicas de las que, además, guarda recuerdos en su habitación (las pulseras del hospital) como algo positivo de su pasado.
Tras años estudiando en su casa con su madre, debe acudir al colegio para finalizar sus estudios, y efectivamente los roles descritos anteriormente aparecen en la primera escena del film. Pese a todo, el buen sentido del humor del protagonista y su inteligencia le ayudan a soportar esos comentarios inhumanos, esas miradas de la mayoría de los alumnos (como si te estuvieran perdonando la vida) y esos gestos (de atrás no sea que me contagies eso que tienes).

La película, con sus aciertos y errores, pone en evidencia de nuevo la incapacidad de la sociedad de aceptar a todas las personas con indiferencia de sus gustos, su manera de ser, su físico… Y sobre todo esa obsesión que se ha instalado por querer etiquetar a unas personas como ‘normales’ y a otras como ‘no normales’. ¿Alguien me podría explicar que es ser normal? Seguramente todos nos sintamos identificados con August aunque en otros aspectos de nuestra vida. Ser 'no normal', ¿es ser del sexo femenino y que te guste el fútbol? Por ejemplo. O simplemente no encajar o no hacer lo mismo que hacen gran parte de los mortales. ¿Quién establece que se encuentra algo o alguien dentro de la normalidad?
La película muestra otra debilidad: la función de los profesores y de los colegios en general. No se trata de sobre proteger a alguien más que a los demás, sino simplemente de educar con los principios, que se les presupone a los centros escolares, y a cortar las alas a aquellos que se creen que tienen el derecho de hacer determinadas cosas a una persona en concreto. En definitiva, de abrir los ojos y actuar ante situaciones como las que describe el largometraje.
Esa obsesión que se ha instalado por querer etiquetar a unas personas como ‘normales’ y a otras como ‘no normales’. ¿Alguien me podría explicar que es ser normal?
Nos creemos perfectos, sin miedos y sin complejos. Qué ridiculez tan grande. Las decisiones que tomamos cada día están basadas en un conjunto de factores, entre los cuales, se encuentra el miedo. Somos imperfectos y vulnerables. Habrá gente en silla de ruedas, sin manos, con gafas, con el pelo de colores e infinidades de situaciones diferentes. Y aunque la película opta por finalizar con optimismo y con la convicción de que August puede encajar en la sociedad, la realidad sigue siendo, mucho a mi pesar, muy diferente.
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