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El caso Alcàsser: El horror que nunca se apagó

  • Foto del escritor: Núria Garrido
    Núria Garrido
  • 27 jun 2019
  • 4 Min. de lectura

Actualizado: 2 jul 2019


La primera vez que alguien me habló del caso Alcàsser fue un fotógrafo, hace ahora casi tres años, durante una entrevista que le hice para un trabajo de la carrera. Mi entrevistado me contó que tuvo que ir al lugar de los hechos a hacer fotos para el periódico en el que trabajaba y que ese, fue uno de los acontecimientos que más le marcaron durante su carrera. Antes en alguna cena o comida familiar el tema había salido, pero muy por encima. Lo que tenía entendido era que tres niñas, tras hacer autostop (esto siempre lo remarcaban), habían sido secuestradas, violadas y asesinadas en noviembre de 1992, fecha en la que yo ni había nacido. También tenía entendido que el caso generó mucha expectación mediática. Pero, jamás pude llegar a imaginar lo que realmente fue el caso Alcàsser.


Sé que se han escrito muchos libros, que se ha hablado mucho (demasiado del tema) en la prensa y en televisión, pero el documental que ha realizado la productora Bambu para Netflix nos permite a los que no vivimos en primera persona aquellos hechos, tan crueles, conocer todo el proceso 27 años después de la mano de sus protagonistas. E incluso para aquellos que sí lo vivieron poder asimilar y sobre todo entender de que manera se gestionó todo el proceso.


Y es que, tras ver el documental, desgraciadamente, observo que hay demasiadas cosas que siguen muy vigentes actualmente. El documental se divide en cinco capítulos y, bajo mi punto de vista, consigue hacer una narración muy bien organizada contada por gran parte de sus protagonistas y con un material gráfico envidiable. Consigue trasladarte a esos días de angustia y de miedo. Es cierto que el caso es muy complejo, que seguramente hubiera podido profundizar en otros aspectos, pero es innegable que logra, más de dos décadas después, explicar con rigor y, sin la prisa de los medios de comunicación, uno de los crímenes que más huella han dejado en nuestro país. Por la manera en la que ocurrió y por la manera en que finalizó todo. Es cierto que aporta poca información nueva, todo lo que pasó se puede encontrar en la prensa, pero sí contrapone las versiones de los que tuvieron un papel importante (fiscales, abogados, periodistas, familiares) e invita a la reflexión.





Como ya he comentado al principio, sabía que la actuación de los medios de comunicación había sido bochornosa durante aquella época, pero desconocía hasta qué punto. El reportaje audiovisual recoge las tantas y tantas horas que televisiones públicas (TVE y Canal9) y privadas (Antena3 y Telecinco) dedicaron a contar, o más bien, a hacer espectáculo mediático de los acontecimientos. Informativos, programas especiales, entrevistas… Todo para difamar, manipular y conseguir cifras récord de audiencia que ya no se han vuelto a registrar. Hay muchos momentos, pero yo me quedo con dos: el programa especial que la periodista Nieves Herrero hizo en Alcàsser horas después de que se encontraran los cadáveres de las niñas. La imagen del plató de televisión montado en el pueblo con todo el vecindario de público y las familias sentadas junto a la periodista es sencillamente surrealista. De hecho, un familiar de una de las niñas asesinadas reconoce en el documental que eso estuvo fuera de lugar. No era momento de estar en televisión, era momento de estar en casa arropándose.


Sucesos como asesinatos, violaciones, desapariciones despiertan el interés de las personas, y eso, los medios de comunicación lo siguen aprovechando para obtener más audiencia


Herrero, a diferencia de otros periodistas, no quiso participar en el documental y aportar su punto de vista. Ahora se dedica a dar clases de periodismo, a escribir novelas y a trabajar en la radio de Telemadrid. Así funciona la vida. Pero no solo Herrero actuó bajo el amarillismo periodístico, también otros periodistas como Paco Lobatón o incluso Campo Vidal quien en un informativo dijo: “Sabemos que no es momento de llamar a las familias, pero tenemos que hacerlo”. No se respetó nunca el dolor ni la intimidad de las familias. Ni siquiera en un mero informativo.


Otro programa que marcó mucho el caso fue el de ‘Mississipi’ donde el padre de una de las niñas, Fernando García, junto a uno que se hacía pasar por periodista y criminólogo, Juan Ignacio Blanco, se creyeron con el derecho de poder hablar de todas las niñas, sin el consentimiento de los otros padres, a convertir mentiras en verdades y a engañar a gran parte de la sociedad española que estaba al otro lado de la pantalla. El programa se atrevió a emitir en directo parte del sumario que Fernando y Blanco robaron a uno de los abogados. Sí, lo robaron. Pero esta fue solo una de las tantas barbaridades que hicieron. Para mí, la más grave fue el hecho de querer enriquecerse bajo una fundación que evidentemente resultó ser totalmente falsa. Tanto García como Blanco fueron juzgados por todo eso. Si la hija de García levantara la cabeza...


La culpa, según algunos, la tenían ellas por querer gozar de su libertad y salir a divertirse, no ellos. Por secuestrarlas. Violarlas. Y asesinarlas. Que se dice pronto.

El proceso judicial deja mucho que desear des del día que se encontraron los cuerpos hasta que se juzga al único culpable encontrado, Miguel Ricart. Los forenses echándose la culpa unos a otros, dos autopsias, falta de pruebas… En ciertos momentos del proceso, parece que todos se olvidaron de las tres niñas. De cómo algunos desgraciados se atrevieron a quitarles la vida con tan solo 14 años. Y de que lo prioritario era darles justicia lo más pronto posible, sin peleas en platós o en los juzgados.


Actualmente, los sucesos se siguen cubriendo por los medios de comunicación, no con la finalidad de informar, si no con la de generar morbo. Todos sabemos que sucesos como asesinatos, violaciones, desapariciones despiertan el interés de las personas, y eso, los medios de comunicación lo siguen aprovechando para obtener más audiencia. Lo hemos visto en el caso del niño Gabriel, de Diana Quer y del niño Julen. No se ha aprendido nada del caso Alcásser. Y eso lo refleja clarísimamente el documental.




Y qué decir del machismo. Tal y como expone el documental, se sigue poniendo el foco de la culpabilidad sobre la víctima y no del agresor o agresores. Lo hemos visto hasta hace unos días en el caso de ‘La Manada’. En las niñas del Alcàsser ocurrió lo mismo. La culpa, según algunos, la tenían ellas por querer gozar de su libertad y salir a divertirse, no ellos. Por secuestrarlas. Violarlas. Y asesinarlas. Que se dice pronto.

 
 
 

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