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Egoísmo occidental

  • Foto del escritor: Núria Garrido
    Núria Garrido
  • 2 mar 2020
  • 3 Min. de lectura


El otro día una amiga me preguntaba cómo elegía los temas para mi podcast ‘Vía de Escape’. Le expliqué que normalmente me guío por diversos criterios. Puede ocurrir que un tema que tenía apuntado en mi libreta como 'pendiente' se convierta en protagonista de la actualidad por distintos motivos. Entonces lo recupero para explicarlo con su debido contexto más allá de simples titulares. También me centro en aquellos asuntos que normalmente pasan desapercibidos por los medios y, por lo tanto, ocupan muy poco espacio. El último criterio es el personal. Es decir, me gusta dar a conocer problemas que yo también he vivido en primera persona y contarlo a través de otras voces. Este sería mi modus operandi a la hora de generar contenidos periodísticos a través de mis plataformas.


Los que forman parte del gremio periodístico saben que este es uno de los principales quebraderos de cabeza de cualquier periodista. Qué y cómo lo cuento. Estas dos preguntas a mí me persiguen no solo a la hora de hacer mi podcast, sino también en este blog. Y es que no quiero repetirme, ni saturar a la ciudadanía con los mismos contenidos. Busco ser diferente, original y sobre todo aportar algo a aquellas personas que dedican su preciado tiempo a escucharme o leerme. Busco combatir la desinformación y la saturación que nos rodea constantemente.


Los que ahora corren en masa a las farmacias a por mascarillas o a los hospitales llenos de hipocondría, son los primeros que se quejan cuando se plantea subir los impuestos. Y eso, sí que es importante para mantener a nuestra sanidad pública fuerte


Ahora mismo, por ejemplo, hay un tema que está las 24 horas del día en cualquier informativo, tertulia o red social. El famoso Coronavirus. Es agotador. Por supuesto que hay que hablar de esta nueva enfermedad y tomar las precauciones que nos hacen llegar las autoridades sanitarias. Pero, sin la necesidad de caer en el pánico y en la irracionalidad, y menos ante una enfermedad cuyo índice de mortalidad es bajo (2,7% en la ciudad china de Wuhan y 0,7% fuera de allí). Toda esta paranoia que se ha generado sobre este nuevo virus a mí me parece una una tremenda falta de respeto a aquellas personas que sí se están jugando su vida con otras enfermedades mucho más peligrosas.


Los que ahora corren en masa a las farmacias a por mascarillas o a los hospitales llenos de hipocondría, son los primeros que se quejan cuando se plantea subir los impuestos. Y eso, sí que es importante para mantener a nuestra sanidad pública fuerte. Los que ahora temen por su vida y piden protección, son los que en su día criticaban a la auxiliar de enfermera Teresa Romero que se contagió del Ébola. Algunos se atrevieron incluso a culparla a ella. Aquel fue un episodio cuya gestión dejó bastante que desear y de la que parece nada se aprendió. Ahora nadie se acuerda del Ébola solo en el 2016 porque había llegado a España y se instaló el miedo al contagio.


El COVID-19 que, a priori es como una gripe común, para el mundo. Pero no para el mundo la enorme cantidad de enfermedades que sí matan a personas y a menores en muchos países de África, Ásia y Latinoamérica. Llámalo hipocresía occidental. O vivir mirándonos únicamente nuestro ombligo. Tampoco inundan los medios de comunicación el machismo. Que mata mucho más que el Coronavirus. O la homofobia. O el hambre. Pero no interesa, no?


Quizá toda esta histeria no ayude ni a recuperar la credibilidad de los medios de comunicación, ni mucho menos nuestros valores como sociedad donde el egoísmo y el racismo se imponen en situaciones como estas. Algunos creen que determinadas vidas valen más que otras. La llegada del COVID-19 a nuestra sociedad tal vez sirva para reflexionar y para pensar que en el fondo somos igual de vulnerables que el resto de mortales del planeta por mucho que tengamos más nivel de bienestar.


 
 
 

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